Museo de la Isla de Cozumel
Desde el hierro poliédrico, antiguo y distópico en su solidez severa, emergen tubos de PVC, en un vuelo utópico hacia una nueva era. Son tallos que crecen, ramas de un árbol de ciencia y de una esperanza que se erige, donde la vida y el cable guardan su elocuencia en un lenguaje que no se aflige.
Azules y verdes vibran en una danza de LED etérea, un resplandor que hipnotiza, el color de la Tierra vista desde una exosfera, en una imagen que se eterniza. "La Tierra era azul", dijo el eco de un cosmonauta al verla en su esfera solitaria, y en Cozumel resuena esa mágica pauta, en una obra que es visionaria.
En sus filamentos, la forma de un coral se adivina, esculpida en luz y en anhelo, la bioluminiscencia del arrecife que se ilumina, una metáfora que alcanza el cielo. El artista buceó en las aguas, en un viaje profundo, en una búsqueda de inspiración, y descubrió que el océano es un reflejo del cosmos en este mundo, una dualidad en perfecta fusión.
Cada pieza es un puente, un eco de una doble frontera que el ser humano desafía, la exploración humana, la eterna búsqueda de una quimera que le da fuerza y le guía. La inmensidad del espacio y las profundidades del mar, fundidas en una escultura brillante, que nos invita a soñar, a ser parte de un universo emocionante y palpitante.
La exposición es un campo de "entidades" que se elevan, como sueños que nacen del suelo, plantas futuristas que las mentes curiosas relegan al mirar este sublime vuelo. Un diálogo industrial, visible en cada conexión que el artista ha dejado al descubierto, la belleza que nace de una perfecta fusión, en un jardín donde todo es nuevo.
Con el alma en el manga, el arte en el PVC y el hierro, en una combinación perfecta, Kenji Endo nos muestra el futuro en un cerro, en una visión que es tan única y selecta. Un relato de luz, una crónica que en Cozumel se revela, en una historia que se expande, donde el pasado y el futuro abrazan una sola estela, en una emoción que nos invade.
Y así, en las paredes blancas de una sala serena, un lienzo de paz y de calma, un pedazo de Japón y el Caribe se encadena, en una obra que toca el alma. Nos invita a mirar, a entender que en cada rincón del planeta, de la galaxia y del ser, la naturaleza y la tecnología se dan la mano en una vibración que nos hace renacer.
Es la fantasía de un creador, el eco de un deseo que se hace tangible, la esperanza de la humanidad en un trofeo artístico que es frágil y accesible. Una lección en luz, un poema que no tiene fin, en cada filamento que se enciende, en el arte de Kenji Endo, un nuevo mundo es el jardín, un universo que nos sorprende.
Kenji Endo comenta:
Muchas gracias por tu hospitalidad durante mi estancia, Me gustaría responder a tus preguntas.
Antes de ir a la isla, fue difícil prepararme, ya que no había vuelos directos desde Asia. Desafortunadamente, no pude disfrutar plenamente de las actividades de la isla porque me llevó mucho tiempo crear mi obra de arte durante mi estancia. Sin embargo, el entorno para crear mi obra de arte fue bastante satisfactorio.
Me sorprendí y complació mucho la gran cantidad de gente que acudió a la inauguración de mi exposición.
Creo que todo en mi exposición salió según lo previsto y estoy muy satisfecho con los resultados.
Considerando que tanta gente la vio, creo que el anuncio que creó la Sra. Sako fue muy efectivo.
Participaré en una exposición colectiva en Taiwán la semana que viene y en octubre participaré en un festival de arte en Chiba, Japón.
Comentarios
Publicar un comentario